sábado, 4 de septiembre de 2010

Why are you only in my dreams...?

  Y ahí estabas tú... la barba crecida sin afeitar, el bigote cubriendo ligeramente tus labios, el cabello sobre la frente, despeinado como siempre me gustó en ti. Tomando café afuera de la pensión temporal, sentado en la banqueta, esperando la tormenta.
  No pude evitar aquella sensación de correr hacia ti y, liberándome de todos los miedos que siempre me han seguido, plantarte un beso... quizás antes saludarte, sería un mejor comienzo.
  No pude evitar al mismo tiempo las ganas de llorar, de desaparecer, cuando una joven morena y destapada llegó y te abrazó por la espalda, librando tu frente del cabello y besándote la comisura de los labios.

  Retener todos esos impulsos fue mas que difícil, pero lo logré y fue así como pude acercarme a la fachada y sonreír al pasar al lado de aquella vieja amiga mía, a la que ya no sabía si apreciaba.
  Quise liberar mi mente de todo lo que la invadió, servirme una taza de café caliente y salir a la banqueta a tratar de descubrir que era lo que ocurría. Llegué y fingí no fijarme en su conversación, pero no la entendí, era francés. Ella entró dejandote con una sonrisa y fue entonces cuando dejé mi café en el piso, volteé mi cabeza hacia ti, que al sentir la mirada, volteaste también y me viste con esa mirada que tanto me intrigaba. No era la mirada de indiferencia o desprecio con que un chico ve a una acosadora, era una mirada familiar y lejana. Me mataste con eso ojos a veces castaños y pocas veces azules.

  Lo siento mucho si no lo viste venir, pero era algo que no podía soportar un segundo más, pensé con el corazón. Me levanté y fui hacia ti. No pude ni siquiera decirte Bonjour, quién podría. Contuve el aliento, aún no soy consciente de cuanto tiempo estuve sin respirar y con una fugaz sonrisa te besé. Tú no te opusiste, ni siquiera trataste de apartarte de mí. Solo sentí como aceptabas lo inevitable, y ...... como respondías a mi beso con uno tuyo.
  Todo pasó demasiado rápido aunque no lo pareció, como pasa en los sueños. Me levanté y no quise mirarte a los ojos, te levantaste y dijiste: Hola.
  Sonreí (sintiéndome sonrojada), y tú sonreíste igual. No intercambiamos muchas palabras antes de que escupiera otra de mis restricciones. Sabía que no debía decírtelo en ese momento, tal vez nunca, pero sabes?.. no me arrepiento, no pude quedarme con esa espina y te confesé el mas profundo sentimiento que nunca sentí. Te dije que te amaba, y recuerdo bien tu cara (no de pena, no de lástima) de ilusión ... Miraste hacia adentro de la pensión, volviste la mirada a mi y dijiste en un español poco común: no puedo.

  Qué no podías? escucharme? amarme también? ... continuaste: no puedo, mañana nos vamos a Playa del Carmen. quieres venir?
   ... QUÉ? no se qué sentí, me estabas invitando a un viaje... pero continuaste: nos vamos a vivir allá.
Yo siempre he estado dispuesta a dejarlo todo por ti... y creeme cuando te digo que todo no excluye a nada.
  Pero me resultaba difícil tener que dejar todo lo que tenía e irme contigo, y con aquella. Pensé en otra opción (lo cual me sorprende dado que mi cerebro estaba desconectado)... te pedí quedarte conmigo, te pedí quedarte un tiempo más aquí y demostrarte que no te dejaría ir.

  Suspiraste mirando al techo... te quedarías y dejarías que te hiciera cambiar de opinión. No se hasta que grado estabas enamorado de mi vieja amiga, pero parecías muy dispuesto a cambiarla por mí.
  Curiosamente siempre pensé que la mirada familiar que me dirigías muchas veces se debía a un amor reprimido, como el mío, pero sólo lo pensaba con una esperanza adolescente que me mantenía feliz.
  
  Los días que me diste para conocernos fueron lo más dulce y feliz que me ocurrió hasta entonces. Cualquiera que no nos conocía juraba que eramos una feliz pareja. Yo no te soltaba un segundo y tú acariciabas mi cabello con tu familiaridad característica. Parecíamos una pareja de años atrás. Te amo y nunca dejaba de demostrártelo. Aunque fueron pocos días los que pasamos juntos de principio a fin siempre parecías pensante, reflexionando, mirando a lo lejos. 
  Pero ya tenías que irte, y mi amiga te esperaba con maleta en mano. No puedo describir la expresión de mi cara, no la veía pero sentía cada músculo contraído y preocupado. 
Caminaste hacia ella y le quitaste la maleta de las manos, después besaste su mejilla y me miraste sobre el hombro, tocaste su brazo y por fin caminaste hacia mi: Me quedo con ella, dijiste mirándome, aunque no sabía bien a quien te referías. Después tomaste mi mano y me viste con una nueva mirada, con el cabello sobre la frente, despeinado que tanto me gustó en ti: Me quedo contigo.